martes, 24 de febrero de 2009

JEFES QUE NO NOS MERECEMOS


He recibido un par de mails que plantean algo en común: un jefe que te amarga la vida. Tener un jefe, superior directo, mando o similar que tiene una especial habilidad para amargarte la vida, no es exclusivo de los cuerpos policiales o de emergencias. Este tipo de fauna es más abundante de lo que pudiéramos desear.
Ciertamente hay grados, y las maneras que tiene de dar por saco al personal son muy variadas. Perdonad la expresión, pero no he encontrado ningún término psicológico que lo exprese mejor. Decía que las formas son variadas, al igual que la intensidad con que se produce.
A veces nos encontramos con un jefe o jefa un tanto quisquilloso, al que le gusta que las cosas se hagan a SU manera y no de otra. Son molestos, pero poco más. No suelen ir a fastidiar conscientemente a nadie. Son muy normativos, puntuales y, en general, bastante inseguros. Pero poco más.
Los que realmente preocupan son aquellos cuyo comportamiento puede adoptar un cariz algo más patológico.
Como guía de campo y supervivencia he aquí algunas características del tipo de jefe/a de quien SÍ tenemos que preocuparnos y que son los más proclives a realizar acoso laboral o a amargarnos la vida muy seriamente. Estas características no siguen un orden lógico:

1. No se equivocan nunca. Suelen ser los demás los que se equivocan. No reconocen ningún error y siempre encuentran la manera de justificar sus equivocaciones.
2. En relación con lo anterior, están dispuestos siempre a descubrir las equivocaciones de los demás y a hacer que se den cuenta de ello. Por el contrario, no felicitan a sus subalternos por sus éxitos (lo que hacen bien “es porque es su obligación.”).
3. Suelen tener a casi todos sus subalternos en contra, salvo a un grupito reducido de “incondicionales” (tienen otro nombre más conocido popularmente) que lo alaban y nunca cuestionan sus actuaciones, al menos, delante suyo.
4. Las críticas las enfoca como un ataque personal, en lugar de una posibilidad de mejora.
5. Es muy desconfiado.
6. Las cosas nunca se hacen como a él/ella le gustan. En ocasiones puede tachar de incompetentes a sus subalternos.
7. Muy sumiso ante figuras de más autoridad que la suya.
8. Disfruta imponiendo sanciones a sus subalternos, incluso por faltas mínimas.
9. Muestra un comportamiento de “doble cara” frente a sus subalternos, de forma que éstos nunca saben a qué atenerse. Lo que está hoy bien, mañana puede estar mal.
10. Falto de empatía. Es incapaz de ponerse en el lugar del otro. Incluso si un subordinado pasa por una mala época puede pensar que se lo merece.
11. Rechaza las opiniones de mejora para el trabajo de sus subordinados. Sólo acepta las suyas o las de los “allegados.”

Con este tipo de personajes uno anda siempre a salto de mata, además de generar un ambiente muy negativo en el trabajo, lo que incide en la motivación y el rendimiento laboral. Cuanto más millitarizado sea el cuerpo, la situación es más insostenible y difícil de abordar. En otro artículo os hablaré de otro tipo de jefe/a que puede ser más letal todavía, pero que pasa más desapercibido porque es muy inteligente y sabe cómo ocultarse ante ojos indiscretos.

viernes, 20 de febrero de 2009

SI QUISIERA MATARSE YA LO HABRÍA HECHO


Siempre que he dado un curso de intervención en suicidio he escuchado el comentario que da título a esta entrada. Y es un comentario al que no le falta cierta lógica. Nos llaman diciendo que hay un sujeto que parece (o que ha dicho) que se quiere quitar la vida. Cuando el policía recaba información en el lugar de la intervención – ya sea hablando con el suicida potencial y/o con otras personas que pudiera haber cerca -, resulta que el sujeto llevaba ya varias horas en ese estado, sin decidirse a quitarse la vida, pero mostrando todas las conductas de querer hacerlo. La lógica nos dice que, si quisiera matarse, ya lo habría hecho, o no montaría “ese numerito” para “llamar la atención.”
La intervención policial en un caso de este tipo es estresante. Uno no sabe lo que va a encontrar. No será igual de problemática la intervención en caso de encontrarnos al sujeto sentado en la cama, con un bote de pastillas en la mano que todavía no se ha tomado, que otro de pié en el alféizar de la ventana en un tercer piso con intención de tirarse.
Recuerdo una película, “Arma Letal”, en la que el policía se tiraba con el ciudadano, y otras en las que el policía “pica” al sujeto diciéndole que no tiene lo que hay que tener para tirarse. Además de ser película y un ejemplo de lo que NUNCA hay que hacer en estos casos, todos estos ejemplos y guiones cinematográficos se basan en la asunción de que el sujeto no quiere matarse y está montando el numerito, algo que puede ser cierto o no.
A tenor de lo anterior se suele decir que “el que lo dice, no lo hace.” Bueno, pues lo que sabemos con datos es que 8 de cada 10 personas que intentan suicidarse efectivamente han avisado antes de sus intenciones, ya sea con una nota, comentarios directos o indirectos a familiares o amigos, etc. Por lo tanto “el que lo dice, lo hace.” Cuando llega, el policía se encuentra con una persona que probablemente no quiere llamar la atención, sino que se debate interiormente con una decisión, como es el quitarse la vida, que le produce angustia y temor. “Si quisiera matarse ya lo habría hecho”; como si quitarse la vida fuera algo tan sencillo que basta con el deseo para hacerlo. Esto no funciona así. Aunque el sufrimiento emocional pueda ser muy intenso, tan intenso que la persona valora que la única forma de acabar con él es matándose, eso no significa que la persona no quiera vivir. De ahí que su debate interior sea, por un lado acabar con el sufrimiento a costa de la propia vida y, por otro, querer seguir viviendo. Es durante este debate interior e intenso que el policía encuentra al sujeto.
No creamos que en este debate no está también la forma de morir más adecuada. El suicida potencial tampoco quiere sufrir matándose, con lo que, a sus dudas sobre si finalizar su vida o no, se añade la aprensión por el dolor que pueda experimentar en el tránsito.
Incluso aunque sea el propio sujeto el que alerte a la policía de sus intenciones, ello no significa que “no vaya a hacerlo.” En ocasiones, estas llamadas son el último intento, la última petición desesperada de ayuda para no llegar al extremo de la autolisis.
Es verdad que hay casos en los que la persona emplea la amenaza del suicidio como una forma de chantaje o de manipular el entorno. Pero yo siempre digo los mismo a los policías: que intervengan en cada caso como si efectivamente la persona fuera a quitarse la vida, independientemente de que pensemos lo que pensemos. Matarse no es una decisión sencilla. Desde el pensamiento suicida hasta el acto suicida puede haber un camino largo, un camino en el que el sujeto puede decir una cosa y su contraria en cuestión de segundo. La ambivalencia es la nota dominante, y ese es el estado en el que el policía encuentra al sujeto: valorando los pros y los contras de una decisión a todas luces muy difícil y no deseada.

sábado, 14 de febrero de 2009

¿POR QUÉ CONFIESAN LOS SOSPECHOSOS? TEORÍAS y IV



Eventos sociales

Hay dos tipos principales de eventos sociales que pueden disparar una confesión. El primer evento tiene que ver con estar aislado de la familia y amigos. El segundo tipo de influencia social se refiere a la naturaleza misma del interrogatorio.
La consecuencia inmediata de confesar es que se refuerza socialmente por los policías interrogadores. La policía puede agradecer al sujeto haber confesado lo que ha hecho, permitirse la visita de familiares y, en ocasiones, dejarle marchar a casa. Las consecuencias a largo plazo suelen implicar la desaprobación social de los medios de comunicación y del público en general.

Eventos emocionales

Ser arrestado y llevado a comisaría es sin duda algo estresante para la mayoría de los sospechosos. Se espera que los sospechosos experimenten altos grados de ansiedad y angustia. Algo de esta ansiedad viene ocasionada por la incertidumbre de la situación, el miedo a lo que pueda ocurrir en la comisaría, el miedo a ser encerado y el miedo a las consecuencias derivadas del presunto delito. Un sospechoso que haya cometido un delito grave, posiblemente fruto de un impulso, también puede estar angustiado por la naturaleza misma de la conducta. Los sospechosos que están pasando por una situación de duelo en el momento de su arresto es probable que se encuentren más vulnerables al estrés. Por ejemplo, la mayoría de los sospechosos encontrarán difícil afrontar e interrogatorio cuando ha muerto un amigo o un familiar.
Hay dos experiencias emocionales especialmente relevantes al tema de la confesión: los sentimientos de culpa y vergüenza. En el contexto de las confesiones, la vergüenza se ve como una experiencia degradante y humillante y suele acompañar a un sentimiento de estar expuesto. En contraste, la culpa se relaciona con el concepto de conciencia (ej., está asociada con alguna trasgresión pasada real o imaginaria que resulta inconsistente con los valores y estándares internalizados de la persona). Existen marcadas diferencias motivacionales y conductuales entre la vergüenza y la culpa. Mientras que el sentimiento de culpa motiva a la persona hacia conductas de reparación (ej., confesar, pedir disculpas, etc), el sentimiento de vergüenza tiene el efecto contrario; hace que la persona se quiera esconder de los demás y no revelar lo que ha ocurrido. Los sentimientos de culpa también son importantes para entender la manera en que el delincuente atribuye las culpas por sus actos delictivos.
Después de confesar los sospechosos puede experimentar un sentimiento de descarga emocional ya que va cediendo la presión que sufrían y la incertidumbre sobre el futuro inmediato. Los sospechosos que se sienten culpables pueden sentirse aliviados al haber hablado del delito. Las primeras personas con las que el sospechoso suele hablar de su delito son los policías. Al cabo de un tiempo, el sospechoso tendrá que volver a lidiar con el sentimiento de vergüenza al tener que afrontar la opinión de los medios, etc.

Eventos cognitivos

Los factores cognitivos comprenden los pensamientos, interpretaciones, suposiciones y estrategias percibidas del sospechoso al tener que responder a una situación concreta. Todos estos factores pueden afectar de forma importante a la conducta. Lo que es importante recordar es que la conducta del sospechoso durante el interrogatorio es más probable que se encuentre influida por sus percepciones, interpretaciones y suposiciones sobre lo que puede ocurrir que por la conducta actual de la policía. Cuando el sospechoso percibe que la evidencia contra el es sólida, es más probable que confiese, pues piensa que no tiene sentido negar el delito. Los sujetos que se hablan a si mismos diciéndose que el interrogatorio no terminará hasta que confiesen, o que creen que la policía tiene suficientes evidencias para “probar” que han cometido el delito, pueden estar muy influidos por este tipo de pensamientos y creencias. En las personas inocentes, el pensamiento de que la “verdad” saldrá a la luz , incluso si se derrumban tras un interrogatorio persistente, puede facilitar las confesiones falsas. De igual forma, los sujetos inocentes que comienzan a dudar de sus propios recuerdos porque se les confunde durante el interrogatorio pueden llegar a creer que han cometido el crimen del que realmente son inocentes. Son las denominadas falsas confesiones por “presión-internalización”.
Las consecuencias cognitivas inmediatas pueden relacionarse con los pensamientos asociados al alivio de la presión. Los eventos cognitivos más llamativos asociados a las consecuencias potenciales a largo plazo de confesar se relacionan con lo que puede ocurrir como consecuencia de la confesión autoincriminatoria. Pensar en el tremendo apuro en el que se han metido puede llevarles a retractarse de la confesión realizada.

Eventos situacionales

Los eventos situacionales son de muchas clases. Las circunstancias en las que fue arrestado (ej., de pronto y de madrugada) pueden afectar las habilidades del sospechoso para afrontar el interrogatorio, ya que coincide con el punto mas bajo del ciclo fisiológico. De igual forma, el ser encerrado durante horas o días en los calabozos policiales puede “ablandar” al sospechoso (ej., debilitando su resistencia) haciéndole más sensible al interrogatorio. Por otro lado, la familiaridad con los procedimientos policiales y el interrogatorio es probable que proporcione al sospechoso el conocimiento y la experiencia que le permita comprender y exigir sus derechos.

Eventos fisiológicos

El antecedente fisiológico de una confesión es, sin duda, el incremento de la excitación, lo que incluye un aumento de la tasa cardiaca, presión sanguínea, tasa e irregularidad en la respiración y la sudoración. Esto ocurre porque el sospechoso esta aprensivo, preocupado y con miedo. Una vez que el sujeto ha confesado se suele producir una marcada reducción del nivel subjetivo fisiológico, debido a que aumenta la seguridad sobre el futuro inmediato. Aunque la tasa fisiológica vuelva al nivel normal, no hay que olvidar que las futuras situaciones derivadas del juicio pueden aumentarla de nuevo.

¿POR QUÉ CONFIESAN LOS SOSPECHOSOS? TEORÍAS III


El modelo de procesos de interacción de la confesión


Moston, Stephenson y Williamson (1992) diseñaron un modelo que nos ayuda a explicar cómo los antecedentes característicos del sospechoso y del caso pueden influir en la forma de preguntar de interrogador, lo que a su vez afecta a la conducta del sospechoso y al resultado de la entrevista. El modelo postula que la respuesta inicial del sospechoso ante una acusación, tanto si está implicado o no en el delito investigado, está influenciado por la interacción de 3 grupos de factores principales:

- Características antecedentes del sospechoso y del delito. Ejemplo: tipo de delito, gravedad del delito, edad y sexo del sospechoso y personalidad del sospechoso.
- Características contextuales del caso. Ejemplo: asistencia legal, la fuerza de la evidencia policial.
- Técnicas de cuestionamiento del entrevistado.

Este modelo enfatiza la importancia de considerar la interacción de una serie de variables más que verlas de forma aislada. Una implicación importante de este modelo es que las características antecedentes del sospechoso y del caso, en conjunción con los factores contextuales, influyen en las creencias del interrogador, sus actitudes y estilo de preguntas, lo que, a su vez, influye en la conducta del sospechoso. Además, las características del caso pueden influir tanto en la conducta del sospechoso como en la del interrogador. La mayor limitación de este modelo es que no se centra en el estado mental y los procesos cognitivos del sospechoso.


Modelo cognitivo-conductual de la confesión

Se puede interpretar mejor las confesiones como el resultado de una relación particular entre el sospechoso, el entorno y otras personas significativas dentro del entorno. Lo mismo se aplica a las confesiones falsas. Para conocer esta relación es importante observar los antecedentes y consecuencias de la conducta de confesar en el marco del análisis conductual. Este modelo contiene los elementos esenciales de otros modelos y proporciona un enfoque de la confesión sobre la teoría del aprendizaje.
Los antecedentes se refieren al tipo de eventos que suceden antes del interrogatorio. Son factores que pueden disparar o facilitar la confesión posterior. Hay una serie de factores que pueden ser relevantes: la fatiga, el estrés, la enfermedad, la deprivación de comida y sueño, el aislamiento social, los sentimientos de culpa y aflicción, etc.
Hay dos tipos importantes de consecuencias: las “inmediatas” (o a corto plazo) y las consecuencias a “largo plazo”. Las consecuencias inmediatas ocurren minutos u horas tras haber confesado el sospechoso el supuesto delito. Las consecuencias a largo plazo ocurren días, meses o años tras haber confesado.
Los antecedentes y las consecuencias se construyen en términos de eventos sociales, emocionales, cognitivos, situacionales y fisiológicos.

domingo, 8 de febrero de 2009

¿POR QUÉ CONFIESAN LOS SOSPECHOSOS? TEORÍAS II


Modelo de confesión de toma de decisiones

Modelo desarrollado por Hilgendorf e Irving (1981). La premisa básica del modelo es que cuando se interroga a los sospechosos, estos se ven inmersos en un complicado y exigente proceso de toma de decisiones. Algunas de las decisiones básicas que el sospechoso tiene que tomar se relacionan con:

Si hablar o permanecer en silencio.
Si hacer confesiones autoincriminatorias o no.
Si decir la verdad o no.
Si decir toda la verdad o sólo parte de ella.
Cómo responder a las preguntas del interrogador.

Aplicando el modelo de toma de decisiones de Luce (1967) a los interrogatorios policiales, Hilgendorf e Irving argumentan que las decisiones están determinadas por:

La percepción de los cursos de acción disponibles. El sospechoso tiene que decidir cuál tomar.

La percepción relativa a la probabilidad de ocurrencia de las diversas consecuencias derivadas de cada curso de acción. Se refiere a las “probabilidades subjetivas”.

Los valores de utilidad o ganancia asociados a esos cursos de acción.

Estos factores indican que los sospechosos tienen que considerar los tipos de opciones que tienen disponibles. Tienen que evaluar las posibles consecuencias asociadas a las opciones. Por ejemplo, si confiesan, ¿es posible que le acusen del delito del que se confiesan? Si insisten en su inocencia, ¿es probable que continúe el interrogatorio?
La toma de decisiones del sospechoso está gobernada por las probabilidades subjetivas de ocurrencia de las consecuencias percibidas. En otras palabras, las decisiones no están basadas en lo que objetiva y realmente es posible que ocurra. Es lo que el sospechoso cree que en ese momento puede ocurrir lo que influye en su conducta. Esto significa que nadie debe suponer que el sospechoso considera objetivamente las consecuencias legales de realizar una confesión autoincriminatoria. Un sospechoso inocente puede confesar bajo la creencia equivocada de que, al ser inocente, ningún jurado lo encontrará culpable y la verdad saldrá a la luz.
El sospechoso tiene que hacer balance entre las consecuencias potenciales y el valor percibido (“utilidad”) de escoger un curso de acción en concreto. Por ejemplo, ¿terminará el interrogatorio si confiesa y se podrá marchar a casa? ¿Permitirán que le visiten los familiares tras confesar? Hilgendorf e Irving argumentan que las amenazas e incentivos de la policía influyen de forma marcada la decisión del sospechoso de confesar por el poder percibido que la policía tiene sobre la situación y la aparente credibilidad de sus palabras. Estos autores señalan que la toma de decisiones no sólo esta influida por la percepción de las ganancias o las pérdidas utilitarias; los factores relacionaos con la aprobación personal y social pueden ser también muy importantes psicológicamente. En general, el crimen no cuenta con la aprobación social. Por lo tanto, la confesión implica la admisión de un acto desaprobado socialmente. Sin embargo, para el sospechoso, no confesar un delito supuestamente cometido por él puede conllevar una fuerte desaprobación personal y social. Al contrario, ser capaz de “dar la cara” y aceptar el castigo por lo que uno ha hecho, activa las utilidades de aprobación potencial.
Hilgendorf e Irving señalan que hay una serie de factores sociales, psicológicos y ambientales que pueden afectar, o incluso perjudicar seriamente, la toma de decisiones del sospechoso durante el interrogatorio policial. En ocasiones estos factores pueden minar la fiabilidad de la confesión del sospechoso. Los factores más importantes son:

Los policías pueden manipular las utilidades de aprobación personal y social durante el interrogatorio para influir en la toma de decisiones del sospechoso (sentimientos de competencia y autoestima).

Los interrogatorios policiales pueden manipular la percepción de lo que puede ocurrir en relación a un curso de acción concreto (minimizando la gravedad del delito y alterando la percepción del “coste” asociado a la negación o el engaño).

Los interrogatorios policiales pueden perjudicar la habilidad del sospechoso para afrontar el procesamiento de la información y la toma de decisiones (aumentando el nivel de ansiedad y miedo, amenazando, incrementando la incertidumbre, provocando aislamiento social y físico…)


Modelos psicoanalíticos de la confesión

Estos modelos descansan en el supuesto de que el sentimiento de culpa es la causa fundamental de las confesiones y de las falsas confesiones. Estos modelos psicoanalíticos son muy controvertidos ya que disponen de poca evidencia experimental y tienen una aceptación muy limitada en la comunidad científica.
Para estas teorías, el superego parece jugar un papel muy importante en la necesidad del sujeto de confesar. Si el superego permanece en silencio se desarrolla un fuerte sentimiento de culpa y la necesidad de autocastigo. Esto puede conducir a una “compulsión” por confesar y, en otras ocasiones, a confesiones falsas. Es sólo tras confesar que el ego comienza a aceptar el significado emocional del hecho. La confesión sirve para aliviar a la persona de su sentimiento de culpa.
as formulaciones psicoanalíticas parecen pasar por alto la importancia de las diferencias individuales y de grupo en los remordimientos que siguen a una trasgresión.

viernes, 6 de febrero de 2009

TERRORISMO Y NEGOCIACIÓN


Un policía del País Vasco me preguntaba si desde una perspectiva psicológica se puede hablar de negociar con terroristas. Primero de todo, hay que tener en cuenta que el fenómeno del terrorismo no es un hecho unitario, y que no todos los grupos terroristas tienen un mismo funcionamiento, los mismos fines, etc.Os estoy preparando unos artículos al respecto.
Lo que sí tienen en común es una visión rígida de los conceptos que defienden (religión, nacionalismo ...) En la vida cotidiana nos encontramos con personas que se caracterizan por disponer de un pensamiento rígido, son poco flexibles, son incapaces de ponerse en el lugar de los demás (ausencia de empatía) y pueden incluso mostrarse ajenos al sufrimiento de otras personas. Es más, en ocasiones pueden pensar que tal sufrimiento lo tienen merecido. Estas serían algunas de las características centrales de lo que denominamos como Trastornos de la Personalidad.
Cuando alguien mata, observa el dolor que causa y permanece ajeno al mismo, incluso pensando que lo tienen merecido por no cumplir con sus demandas (inacapacidad de ponerse en el lugar del otro, ausencia de empatía); cuando alguien es capaz de generar tanto sufrimiento sólo por el hecho de pensar distinto (rigidez, incapacidad de ser flexible en los planteamientos); cuando uno piensa que sólo él y los que son como él tienen razón y los que me rodean quieren acabar conmigo, son enemigos (la máxima "estás conimigo o contra mí" algo paranoide), entonces, desde esta perspectiva, puede que el diálogo sea una pérdida de tiempo.
Esto no significa que todas las personas que cometen actos terroristas tengan este tipo de personalidad, pero los comportamientos que observamos son precisamente estos. Cuando alguien mantiene este tipo de creencias basadas en la nula flexibilidad cognitiva y en la rigides de planteamientos, el diálogo se torna una empresa descorazonadora. Es difícil que una negociación tenga resultados porque, el propoio pensamiento rígido del terrorista es incompatible con el principio de negociación, que implica flexibilidad por ambas partes.
Como prueba de ello observemos cuáles han sido los resultados de las negociaciones emprendidas. ¿Cómo puedes negociar con un terrorista islamista cuando lo que te está planteando es un tipo de sociedad radicalmente distinta? ¿Dónde está lo negociable? El mismo principio se podría aplicar al terrorismo de base nacionalista. Los unos piensan que están tocados por la mano de Dios y los otros por la mano de la razón. Hay algo de patológico en todo esto que no da demasiados argumentos para pensar que una negociación es posible.
Pero bueno, esto es una opinión muy personal y me gustaría mucho conocer vuestra opinión.

jueves, 5 de febrero de 2009

ENTRADAS BREVES

A partir de ya, empezaré a introducir entradas más breves que surgirán como respuesta a mails que recibo o comentarios en general. No todo van a ser rollos quilométricos, ¿no?

martes, 3 de febrero de 2009

¿POR QUÉ CONFIESAN LOS SOSPECHOSOS? TEORÍAS I



FACTORES QUE INHIBEN LA CONFESIÓN


Los factores que suelen dificultar el que las personas confieses suelen tener que ver con las consecuencias potenciales de confesar, que se refieren a:

- Temor a las sanciones legales. Como el encarcelamiento, la pena de muerte o quedar fichados por la policía.
- Preocupaciones sobre la propia reputación. Cuanto más alta la posición social, mayor reluctancia a confesar. En algunos casos, ser sospechoso de pequeños delitos puede tener consecuencias devastadoras para la persona.
- No querer admitir lo que uno ha hecho. Tras cometer un delito algunas personas “suprimen” el recuerdo de ese delito porque lo que han hecho es totalmente inaceptable para ellos. Este “olvido” funciona para salvaguardar la autoestima y el bienestar psicológico.
- No querer que la familia o amigos sepan del delito. Se trata de evitar hacer daño a terceros y el cotilleo.
- Miedo a las represalias. El miedo a las represalias puede ser, en algunos casos, más fuerte que el miedo a sanciones penales.

MODELOS TEÓRICOS DE LA CONFESIÓN

El modelo de confesión de Reid

Este modelo esta basado en los nueve pasos de interrogatorio propuesto por Reid y en su aparente éxito para producir confesiones. Este modelo interpreta el interrogatorio como el deshacer psicológicamente el engaño. El engaño criminal está principalmente motivado por la conducta de evitación, es decir, evitando las posibles consecuencias de ser sincero. Los dos tipos de consecuencias de ser pillados mintiendo puede ser “reales” y “personales”. Las consecuencias reales generalmente implican privación de libertad o multas económicas. Las consecuencias personales implican una baja autoestima y un daño a la integridad personal. Admitir la conducta delictiva suele ser embarazoso para la mayoría de la gente, con lo que dificulta la confesión.
El engaño exitoso se refuerza a través de los principios del condicionamiento operante. Así, la mentira no detectada se premia e incrementa las oportunidades de nuevas mentiras. Sin embargo, una socialización exitosa enseña a la gente que no está bien mentir, y cuando se miente, las personas pueden experimentar un conflicto interno que consta de sentimientos de frustración y ansiedad. El incremento en el nivel de ansiedad asociado a la mentira induce a la persona a confesar. Se genera una menor ansiedad interna al decir la verdad. A medida que aumenta el nivel de ansiedad al mentir, la persona afronta la situación empleando mecanismos de defensa que funcionan reduciendo la ansiedad y restaurando la autoestima. Los dos mecanismos de defensa más relevantes durante el interrogatorio son la “racionalización”, que sirve al delincuente para evitar la responsabilidad completa del delito (el delincuente racionaliza el delito de alguna forma), y la “proyección”. Proyección significa que el delincuente atribuye la culpa del delito a una fuente externa (ej., la victima). Tanto la racionalización como la proyección distorsionan el relato de lo sucedido realmente.
De acuerdo con este modelo, el sospechoso confiesa (por ejemplo, dice la verdad) cuando las consecuencias percibidas de la confesión son más deseables que la ansiedad generada por la mentira (ej., la negación). Las consecuencias percibidas y la ansiedad percibida pueden ser manipuladas por el interrogador. Así, Jayne (1986) argumenta que hay 3 conceptos básicos relevantes a la manipulación del interrogador de la percepción y consecuencias de la ansiedad. Son las expectativas, la persuasión y las creencias. Las expectativas se refieren a lo que el sujeto percibe como deseable. Al comienzo del interrogatorio, el confesar se interpreta como altamente indeseable. La persuasión es la forma de cambiar lo que el sospechoso ve como deseable (cambio de “expectativa”) y sus “creencias “básicas en la estructura de los mensajes internos que tienden a apoyar o refutar la expectativa.


De acuerdo con este modelo, hay cuatro criterios esenciales para cambar las creencias y expectativas del sospechoso:

1 - La información proporcionada por el interrogador debe percibirse como creíble (comunicación de sinceridad y confianza).

2 - El interrogador desarrolla una comprensión de las actitudes y debilidades del sospechoso.

3 - Saber qué es lo que cree que evita el sospechoso mintiendo y su nivel de tolerancia a la ansiedad.



El sospechoso necesita interiorizar las sugerencias del interrogador. Esto se realiza en un proceso de tres fases:

- El sospechoso debe comprender las ideas del interrogador.
- El sospechoso debe aceptar el mensaje comunicado por el interrogador.
- El sospechoso debe interiorizar o creer las sugerencias del interrogador.

Cuanto más sugestionable sea el sospechoso más fácil resultará obtener una confesión.

4 - El interrogador debe observar constantemente si el sospechoso acepta o no el tema sugerido, si hay que aumentar su ansiedad y si el momento de presentación de alternativas es el adecuado. La persuasión es un proceso dinámico que necesita regularse en relación a las fortalezas y vulnerabilidades del sospechoso.

Jayne recomienda una serie de trucos para manipular al sospechoso y reducir así las consecuencias percibidas por confesar. La autora sugiere presentar al sujeto temas que incrementen el autoengaño y la distorsión cognitiva. Para ello se emplea la “racionalización” y la “proyección”. Estos dos mecanismos de defensa permiten a la persona abordar las experiencias amenazantes en forma de autoengaño sin que sea consciente de ello. El interrogador puede reducir la ansiedad alterando la percepción del sujeto sobre las consecuencias percibidas de las admisiones autoincriminatorias. Lo que hace el interrogador es estimular la tendencia natural del delincuente e emplear mecanismos de defensa para justificar sus delitos y mantener la autoestima.
Jayne señala que estos mecanismos de defensa son más efectivos para reducir la percepción de las consecuencias reales de la conducta criminal, mientras que el truco de emplear la simpatía y la compasión es más efectivo para superar la inhibición de la percepción de las consecuencias personales. Incrementar las ansiedad percibida derivada de persistir en la negación se consigue a través de la manipulación psicológica, haciendo que la ansiedad del sospechoso vaya hacia dentro en lugar de hacia fuera. La ansiedad que se vuelve hacia fuera (ej., suspicacia, enfado, odio…) inhibe las conductas que promueven la confesión, mientras que jugar con los sentimientos de culpa y vergüenza del sospechoso incrementa la clase de ansiedad que generalmente conduce a una confesión.Según este modelo, el éxito del interrogatorio depende del grado en que el interrogador es capaz de identificar las vulnerabilidades psicológicas, de explotarlas hasta alterar el sistema de creencias y percepción del sujeto sobre las consecuencias de hacer confesiones autoincriminatorias, y persuadiéndole para que acepte la versión de la “verdad” que le ofrece el interrogador.