sábado, 1 de mayo de 2010

¿SOMOS BUENOS DETECTANDO MENTIRAS?



El acto de mentir implica la manipulación consciente de información sobre los propios conocimientos, pensamientos o sentimientos, que se efectúa mediante la conducta verbal o no verbal en el curso de un acto comunicativo, y que tiene por objeto manipular las creencias de otra persona con el fin de alcanzar algún beneficio.
La investigación muestra que el nivel de aciertos de nuestros juicios sobre la veracidad de las demás personas al observar su conducta, es similar al que tendríamos al echar una moneda al aire. Nuestra capacidad para diferenciar entre verdades y mentiras al observar la conducta de los demás es extremadamente limitada (53,4%).
En los estudios realizados al respecto resulta curioso que los resultados indican ue los profesionales familiarizados con el engaño (policía, jueces, psiquiatras, etc.) no aciertan más que las otras personas. De hecho, si bien es cierto que hay unas pocas variables (preparación, conocimiento previo del comunicador, etc.) que tienen una influencia estadísticamente significativa sobre los resultados, también es cierto que dicha influencia es realmente muy reducida en términos absolutos, ya que sólo en raras ocasiones elevan los niveles de acierto por encima del 60%.
La investigación también muestra que las personas identificamos con mayor facilidad las verdades que las mentiras, ya que tendemos a considerar que los demás son sinceros.
No sólo somos pobres detectores de mentiras, sino que, además, no tenemos conciencia de ello. En un estudio se examinó la relación entre la confianza de los observadores en que sus juicios son correctos y el nivel de aciertos, resultando esta relación prácticamente nula. De hecho, lo que tendemos a hacer es sobreestimar lo bien que hacemos nuestros juicios de credibilidad.
Pese a que existen claros estereotipos compartidos por todos sobre la conducta típica del mentiroso, estos suelen ser erróneos. Estos también sucede con los estereotipos que presentan profesionales tales como policías, jueces, o similares, lo cuales se solapan en gran medida con el ciudadano medio. Obviamente, si nuestras creencias sobre los indicadores del engaño son erróneas, entonces, nuestros juicios de credibilidad no pueden más que ser erróneos
En realidad, la investigación reciente muestra que apenas existen identificadores conductuales del engaño. En una investigación realizada en el 2003 por DePaulo y sus colegas sobre las claves reales de la mentira, de 158 posibles claves conductuales examinadas por la investigación, sólo 41 (26%) permitieron diferenciar significativamente entre comunicaciones verdaderas y falsas. Haciendo una segunda criba entre aquellas que no ofrecían las suficientes garantías, restan sólo 24 indicadores. En definitiva, hay muy pocas diferencias entre la conducta de las personas cuando mienten y cuando dicen la verdad. Además, esta investigación también señaló que hay indicadores conductuales cuyo significado puede cambiar según sean las circunstancias: hay conductas que discriminan entre verdades y mentiras en unas situaciones pero no en otras, y claves que no discriminan en términos generales pero sí lo hacen en circunstancias muy específicas, y viceversa.
Cuando se comparan las diferencias existentes entre grupos de personas adiestradas para detectar mentiras y grupos de personas no entrenadas, la diferencia sólo es del 4%: el índice de aciertos del grupo no entrenado es del 54% y el del entrenado es del 58%. En realidad, lo que parece producir el entrenamiento no es un incremento en la capacidad para poder discriminar entre comunicaciones verdaderas y falsas, sino un aumento de la tendencia a juzgar que las comunicaciones son falsas.Todos estos datos chocan frontalmente con una serie de creencias populares. Por ejemplo, se cree que detectar la mentira es fácil, que hay conductas que permiten diferenciar claramente entre comunicaciones verdaderas y falsas en cualquier circunstancia, etc.

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Para leer el artículo original completo: http://www.cop.es/infocop/vernumero.asp?id=1290

1 comentario:

Prof.Carlés dijo...

Efectivamente Bella DePaulo y A.Vrij son los más cañeros respecto a los estereotipos populares sobre la detección de la mentira, y especialmente sobre los asumidos por los policías.

Suelen insistir en que los policías sobrevaloran su capacidad para detectar trolas debido principalmente a que han sido formados en creencias erróneas; el paradigma de este desastre formativo lo representa la escuela de Inbau (Método REID) que arrasa en academias de policías de todo el mundo enseñando recetas como que el mentiroso desvía la mirada, se muestra nervioso y cosas así (que suelen llevar a falsos positivos en inocentes).

Algunos psicólogos españoles (Masip es uno de los poquísimos que ha tocado el tema) son extemadamente críticos con los "recetarios", pero tampoco aportan novedades desde su visión crítica descabalgadora. En general, es más seguro criticar los trabajos ajenos que arriesgarse a investigar...

Indudablemente, la cara opuesta de esta posición escéptica es Paul Ekman (el que aparece endiosado en "Lie to Me", la serie TV), que apuesta porque la formación en la detección de microexpresiones te puede convertir en un detector con patas. He tenido la suerte de estudiar su método FACE (muy farragoso por cierto) y dudo que en nuestro país se pudiera convencer a ninguna administración policial para implantarlo.

Un abrazo desde CriminalGeographic


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