sábado, 18 de septiembre de 2010

POLICÍA DE INMIGRACIÓN EN EUA: UNA DESAGRADABLE EXPERIENCIA PERSONAL



Os voy a contar algo que me ha ocurrido personalmente hace unas semanas. A finales de agosto me marché con mi esposa a pasar unos días por E.U.A. Os podéis imaginar las ganas que teníamos de unas buenas vacaciones. Todo va bien hasta que llegamos al aeropuerto de Miami. El policía que nos toca en el control de pasaportes es hispano, como muchos de los que trabajan en Florida. Nos toman las huellas y nos hacen una foto. Hasta aquí puede gustarte más o menos, pero bien. Mi mujer pasa sin problemas.
Cuando me toca el turno, el policía me comenta algo que en ese momento no entendí, y le pedí que, por favor, me lo repitiera. Aquí me contesta en inglés lo siguiente: “Si me hubiera escuchado no tendría necesidad de repetirlo”. Me hago el longis, como si no hubiera entendido, y luego me dice: “Usted tiene un nombre muy común y yo no puedo comprobar desde aquí su identidad. Tiene que pasar a otra sala en donde le dirán lo que tiene que hacer”. Le pregunto que cuál es el problema, ya que es la tercera vez que paso por ese aeropuerto y nunca antes había tenido ningún problema. Me contesta secamente que siga a una compañera suya a otra sala.
Mi mujer no puede entrar conmigo.
Me encuentro en una sala llena de gente. Un letrero en la pared indica la prohibición de comer, beber o llamar por teléfono. Allí retienen mi pasaporte y me dicen que espere.
Durante las dos horas que esperé sin que nadie me dijera nada, pregunté un par de veces cuál era el problema, y que tenía que coger otro avión de conexión. La respuesta: “si pierde el avión, la compañía le proporcionará otro billete para otro vuelo”. Les digo que mi esposa no sabe nada de lo que me ocurre. Me recuerdan que no se puede llamar por teléfono.
Al cabo de dos horas, una agente me llama y me pregunta si tengo alguna marca identificativa en mi cuerpo. Le digo que no. Está hablando con alguien por teléfono sobre los datos de mi pasaporte. Aunque es hispana y habla en español conmigo, habla en inglés con la otra persona. Hablaban de mi pasaporte, pero tuve que asistir a su conversación (yo me encontraba a dos metros de distancia) y escuchaba cómo bromeaba con la otra persona entre y entre que hablaba de lo mío. Imaginaos cómo puede sentirse uno en esas circunstancias.
Total, que pasaron dos horas hasta que me dieron el visto bueno. Pregunté de nuevo qué había pasado. Sólo me contestaron lo del nombre común. Muchos de los que estaban conmigo eran García, Martínez, etc. Pero no escuché ningún Smith, que es muy común en Estados Unidos. Se negaron a darme más explicaciones.
¿Cómo pensáis que se siente uno en esas circunstancias? El sentimiento de impotencia es tremendo, pues te das cuenta cómo se conculcan tus derechos sin que tengas la oportunidad de poder defenderte. ¿De qué me hubiera servido un pataleo? Probablemente me hubieran retenido más aún y me hubieran terminado fastidiando las vacaciones. ¿No podrán haber contrastado mis huellas y acabar con esa historia cuando antes? Y a todo esto, tu esposa sin saber absolutamente nada y pensando cualquier cosa, y escuchando cómo maleteros, policías, etc., a los que iba preguntando le decían que podía tardar horas, que los datos los mandaban a Washington, que mejor que ella se fuera en el vuelo porque no le pagarían el billete, etc.
He consultado por Internet y esta es una experiencia muy común en todos los aeropuertos norteamericanos que no tiene visos de cambiar a corto plazo.
Personalmente, y teniendo en cuenta los avances en identificación existentes, resulta difícil pensar que a una persona pueden tardar dos horas en identificarla teniendo sus huellas, su foto y su pasaporte.
Entiendo perfectamente que un país no se convierta en una coladera de inmigración, como el nuestro, pero todo tiene un límite.
Bueno, si viajáis a E.U.A. y tenéis un “nombre común”, preparaos para pasar un buen rato mordiéndoos la lengua para no empezar a demandar a todos los que os encontréis por delante.

2 comentarios:

Ernesto Pérez Vera dijo...

Hola Fernando.

Lamento que empañaran tu viaje. Un saludo.

Fernando Pérez Pacho dijo...

Muchas gracias, Ernesto. La verdad es que pasas un mal rato, sobre todo, por la impotencia.
Un abrazo
Fernando