Esta es probablemente, una de las situaciones humanamente más complicadas en las que se puede encontrar el/la agente de policía: tomar declaración a una víctima de agresión sexual. En estas situaciones somos conscientes del sufrimiento de la víctima sentada frente a nosotros… o eso creemos. La realidad de un asalto sexual de este tipo difícilmente tiene parangón con otras situaciones de violencia que acontecen en la experiencia cotidiana del agente. Al abuso sexual le acompañan diversas dosis de violencia física y psicológica, colocando a la mujer en una situación de indefensión brutal. En circunstancias así, la víctima experimenta una serie de emociones encontradas, cada una pugnando por adquirir protagonismo sobre las demás: vergüenza, ansiedad, miedo, asco, odio, ira… Todo ello se combina con un fuerte sentimiento de irrealidad, de que “esto no m puede haber pasado a mí”. Puede incluso que la mujer se pregunte si ella (por acción u omisión) haya podido ser la causante de lo ocurrido, lo que inevitablemente añade el sentimiento de culpa a la batería de emociones negativas ya existentes.
Este será el paisaje mental y emocional en el que se encuentra la mujer víctima de una violación cuando la vamos a entrevistar. Es importante tener todo esto en mente antes siquiera de comenzar a hacer preguntas. Una entrevista se realiza, por definición, con preguntas que suelen referirse al pasado más o menos cercano o lejano del sujeto. En este caso, al agente le interesa conocer los pormenores de la agresión ocurrida hace tal vez unas horas o un día, para obtener información relevante que le lleve a detener al agresor lo antes posible.
No es ésta una entrevista como las demás, por lo que es recomendable ir despacio. ¿Es mejor que sea una mujer agente quien realice la entrevista? El sentido común dice que puede ser, aunque no habrá diferencia si el agente hombre que interviene lo hace con delicadeza y profesionalidad. Evidentemente, si la víctima solicita expresamente que sea una mujer policía quien hable con ella, hay que respetar sus deseos.
La prisa por querer obtener información relevante puede producir el efecto contrario al esperado: que la mujer se bloquee y no proporcione la información requerida. Es importante saber algo. Nosotros preguntamos en pasado (“¿recuerda el aspecto del agresor?”, “¿qué ropa llevaba?”, “¿le conocía?”), pero la mujer víctima de agresión sexual no piensa en pasado, sino en presente: en su cabeza, la violación está ocurriendo una y otra vez. De forma cíclica sigue reviviendo el suceso COMO SI ESTUVIERA PASANDO DE NUEVO EN ESE MOMENTO. Obviamente, ese revivir la situación le dispara emociones muy desagradables y negativas que tienen una gran influencia en su capacidad para recordar los hechos de una forma clara y detallada.
Si la víctima queda en silencio mientras responde, ello puede deberse a que (a) está tratando de recordar y estructurar la información en su mente de forma coherente, o (b) se ha quedado anclada en un recuerdo, una escena especialmente dolorosa que se repite en su cabeza una y otra vez, impidiéndole concentrarse en lo que se le solicita.
En el primer caso, basta con esperar a que la mujer retome la conversación, agradeciéndole el esfuerzo que hace. En el segundo, cuando el tiempo de silencio se demora más de lo que sería lógico, conviene preguntar a la mujer en qué está pensando, si quiere compartir con nosotros lo que pasa por su cabeza en esos momentos. Si la persona se cierra a una entrevista y resulta muy difícil seguir con la entrevista, merece la pena dejarlo para otro momento.
Ojo con la forma de hacer las preguntas. Uno de los miedos y dudas que puede tener la mujer es sobre su posible “responsabilidad” en lo ocurrido. Pensamientos que empiezan con “Y si yo…” golpean con insistencia una autoestima ya muy vapuleada a estas alturas. En situaciones de miedo y ansiedad – que suele definir el estado de estas víctimas – la mujer puede encontrarse muy sensible y perceptiva frente al lenguaje NO verbal del entrevistador. Nuestros gestos, la entonación con la que realizamos las preguntas o nuestros comentarios, pueden ser filtrados por una mujer en este estado, reforzando sin quererlo sus sentimientos de culpa.
Hay otras cuestiones a tener en cuenta, pero las abordaremos en otro artículo.
Este será el paisaje mental y emocional en el que se encuentra la mujer víctima de una violación cuando la vamos a entrevistar. Es importante tener todo esto en mente antes siquiera de comenzar a hacer preguntas. Una entrevista se realiza, por definición, con preguntas que suelen referirse al pasado más o menos cercano o lejano del sujeto. En este caso, al agente le interesa conocer los pormenores de la agresión ocurrida hace tal vez unas horas o un día, para obtener información relevante que le lleve a detener al agresor lo antes posible.
No es ésta una entrevista como las demás, por lo que es recomendable ir despacio. ¿Es mejor que sea una mujer agente quien realice la entrevista? El sentido común dice que puede ser, aunque no habrá diferencia si el agente hombre que interviene lo hace con delicadeza y profesionalidad. Evidentemente, si la víctima solicita expresamente que sea una mujer policía quien hable con ella, hay que respetar sus deseos.
La prisa por querer obtener información relevante puede producir el efecto contrario al esperado: que la mujer se bloquee y no proporcione la información requerida. Es importante saber algo. Nosotros preguntamos en pasado (“¿recuerda el aspecto del agresor?”, “¿qué ropa llevaba?”, “¿le conocía?”), pero la mujer víctima de agresión sexual no piensa en pasado, sino en presente: en su cabeza, la violación está ocurriendo una y otra vez. De forma cíclica sigue reviviendo el suceso COMO SI ESTUVIERA PASANDO DE NUEVO EN ESE MOMENTO. Obviamente, ese revivir la situación le dispara emociones muy desagradables y negativas que tienen una gran influencia en su capacidad para recordar los hechos de una forma clara y detallada.
Si la víctima queda en silencio mientras responde, ello puede deberse a que (a) está tratando de recordar y estructurar la información en su mente de forma coherente, o (b) se ha quedado anclada en un recuerdo, una escena especialmente dolorosa que se repite en su cabeza una y otra vez, impidiéndole concentrarse en lo que se le solicita.
En el primer caso, basta con esperar a que la mujer retome la conversación, agradeciéndole el esfuerzo que hace. En el segundo, cuando el tiempo de silencio se demora más de lo que sería lógico, conviene preguntar a la mujer en qué está pensando, si quiere compartir con nosotros lo que pasa por su cabeza en esos momentos. Si la persona se cierra a una entrevista y resulta muy difícil seguir con la entrevista, merece la pena dejarlo para otro momento.
Ojo con la forma de hacer las preguntas. Uno de los miedos y dudas que puede tener la mujer es sobre su posible “responsabilidad” en lo ocurrido. Pensamientos que empiezan con “Y si yo…” golpean con insistencia una autoestima ya muy vapuleada a estas alturas. En situaciones de miedo y ansiedad – que suele definir el estado de estas víctimas – la mujer puede encontrarse muy sensible y perceptiva frente al lenguaje NO verbal del entrevistador. Nuestros gestos, la entonación con la que realizamos las preguntas o nuestros comentarios, pueden ser filtrados por una mujer en este estado, reforzando sin quererlo sus sentimientos de culpa.
Hay otras cuestiones a tener en cuenta, pero las abordaremos en otro artículo.
5 comentarios:
Buenos consejos para iniciar la investigación con exito. Esperamos el proximo articulo.
Muchas gracias. Un abrazo.
A veces me pregunto si con tantos detalles de comportamiento, que esto pueda ayudar a que alguna mujer finja la agresión ante alguien al que odia...
¡Enhorabuena! muy buenos consejos.
Muy bueno he!!! interesante.. y gracias por compartir tu experiencia con nosotros.
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