miércoles, 14 de enero de 2009

NO QUIERE TOMARSE LA MEDICACIÓN


La intervención policial en situaciones en las que se encuentra implicada una persona con enfermedad mental crónica (EMC) no resultan extrañas al agente de policía. Y no es raro, ya que se calcula que la esquizofrenia afecta a 1 de cada 100 personas y el trastorno bipolar a 1 ó 2 de cada 100. Y no estamos contando otros trastornos mentales que se desarrollan de forma crónica (trastorno esquizoafectivo, trastornos graves de la personalidad …). Padecer una enfermedad mental es un estigma en nuestra sociedad. La “locura”, el “perder la razón”, es una de las peores cosas que desearíamos que no nos ocurrieran. Pero hay una serie de cuestiones que no solemos tener en cuenta cuando se interviene policialmente con una persona afectada de una EMC. Por una parte, tenemos tendencia a pensar que una persona con esquizofrenia es, por razón de su enfermedad, más agresiva o violenta potencialmente que otra persona que no padezca alguna de estas enfermedades. Quizá esta impresión se ha formado a través de la experiencia personal del policía con estos casos. Otra razón para ver así las cosas es que los medios suelen mostrar a las personas con EMC como asesinos psicópatas (películas) o dan relevancia a noticias en las que una persona con EMC se ha visto involucrada en un episodio violento.
No extraña que la experiencia del policía con personas con EMC haya podido implicar algún tipo de agresión, ya sea verbal o física. La pregunta es, ¿en cuántas de estas situaciones podría haberse evitado la violencia? La realidad, no el estigma, proporciona datos claros sobre la asociación entre violencia y enfermedad mental, y nos dice, sin ningún género de dudas, que una persona con EMC no es más violenta – por causa de su enfermedad – que el resto de la población. Los datos también son muy claros cuando dicen que la probabilidad de violencia en una persona con EMC aumenta de forma muy considerable si ha habido consumo de alcohol/drogas. En estos casos sí que la probabilidad es mayor que en la población general, pero no por la enfermedad, sino por el consumo.
Cuando se parte del desconocimiento de lo que supone una EMC el policía puede asumir, no sin cierta lógica, que una enfermedad de este tipo hace que las personas descontrolen su comportamiento, por lo que la probabilidad de que se produzca violencia es mayor. Cuando pensamos en una enfermedad mental lo primero que nos viene a la cabeza es la idea de “pérdida de control”. Esto no sólo ocurre al policía. Cuando yo empecé a trabajar como psicólogo en este tipo de casos, estas personas me producían bastante respeto. Cuando hablaba con ellas flotaba en el aire al sensación de que en cualquier momento podía pasar algo. Una mirada que yo interpretaba como “rara”, un tono de voz más alto de lo normal, un gesto brusco, podía ser suficiente para que se me disparasen todas las alarmas. He de reconocer que la tensión del momento podía llevar a que terminara la entrevista más rápido de lo que hubiera sido preciso.
Con el paso del tiempo me fui dando cuenta de que el principal enemigo en estas situaciones era mi propio temor, mis prejuicios respecto de la persona que tenía delante y de su comportamiento. El problema de esto es que tu actuación profesional no es la que debiera. Os pongo un ejemplo. Uno de los casos típicos de intervención policial con personas con EMC suele tener como motivo el que la persona en cuestión no quiere tomarse la medicación. Muy bien. Allí nos plantamos nosotros. Hablamos con la familia, si la tiene, vamos a su habituación y empezamos a hablar con – pongamos por caso – Pedro, de una manera muy profesional y distante. Le decimos que nos han avisado porque no quiere tomarse la medicación y que sabemos que tiene una enfermedad X y que tiene que tomársela (algunos aquí ya añadirían “por las buenas”). Pedro nos dirá que no quiere tomársela porque le produce muchos nervios y tensión muscular, y que no puede pararse quieto ni un momento.
Paremos nosotros aquí un momento. Que levante la mano el que en ese momento no piensa que el “enfermo” no sabe lo que dice o lo que le conviene, que por su enfermedad no razona, etc. Esto lo hemos pensado alguna vez todos, policías, psicólogos, etc. Como que el sujeto está “loco”, todo lo que dice o hace se basa en razonamientos anómalos. Nosotros sí sabemos lo que le conviene. Este el punto de inflexión que marcará nuestra actuación. En ningún momento nos planteamos que las quejas que nos transmite Pedro pueden tener su lógica y ser ciertas, o seguir el mismo proceso que tal vez hemos seguidos nosotros mismos alguna vez cuando hemos ido al médico, nos ha recetado algo y hemos vuelto para decirle que nos dé otra cosa que este medicamento nos fastidiaba el estómago.
La investigación al respecto señala que las personas con EMC pueden dar informes fiables sobre los efectos secundarios que les produce la medicación. Sin embargo, no se suelen tener en cuenta sus informes o quejas al respecto por parte de los profesionales de la salud o de los cuerpos y fuerzas de seguridad cuando intervienen. ¿Por qué? Porque se piensa que lo que ocurre es que las personas con EMC no quieren tomarse la medicación (ya veremos en otros artículos que esto es cierto en otros casos) y marean la perdiz con el rollo de los efectos secundarios.
¿Cómo reaccionaríamos nosotros con el médico que nos dice que esas molestias que notamos son psicológicas o que, simplemente, no nos cree. No es que nos lo diga, pero le vemos esa cara de duda que … (ya veremos la importancia del lenguaje no verbal. La persona con EMC también sabe leer nuestro lenguaje no verbal, por cierto)? Seguramente nos enfadaríamos y trataríamos de convencerle de que no son imaginaciones nuestras. La persona con EMC hará lo mismo. También se enfadará e intentará convencernos. Pero cada intento nos reafirmará en la idea de que “algo no está bien en su cabeza.” En definitiva: tener la información previa de que Pedro padece una esquizofrenia, por ejemplo, nos predispone a interpretar lo que la persona haga o diga desde un determinado ángulo y sesgo. La probabilidad de que las cosas se nos vayan de las manos y la intervención acabe como el rosario de la aurora se incrementa así proporcionalmente.
Bueno, ya seguiremos con este tema, que me enrollo como una persiana. No este un tema que se agote aquí, pues hay muchas excepciones y comentarios a hacer al respecto.

1 comentario:

mustelus dijo...

Imagino que será cuestión de directrices internas de cada cuerpo, el tener que actuar en este tipo de casos. En lo que a mi experiencia se refiere en el tema de las personas con EMC que se niegan a tomar la medicación, salvo en casos muy excepcionales no interniene la policía, sino que se considera una función exclusiva de los facultativos médicos.

Donde si se interviene habitualmente es en los traslados no voluntarios, siendo el facultativo médico el encargado de intentar convencer al paciente para que se le traslade voluntariamente, permaneciendo los agentes a la espera de sus indicaciones. Si éste considera que ya no puede hacer más por convencerle, lo intentan los agentes y de no lograrlo éstos, se habla para quedar todos de acuerdo en el método a emplear, ya que dependiendo de la accesibilidad del lugar, dependerá el método de inmovilización y traslado ( camilla, grilletes, trifold, sedación tras la inmovilización...)

Las palabras en la comunicación tienen mucha importancia, como apuntabas en otro de tus post, y en estos casos puede ser de mucha utilidad, pero también a la hora de explicar este tipo de situaciones... no es lo mismo una actuación de traslado no voluntario violenta, que empleando la fuerza. La violencia es posible que se tuviese que emplear en estos casos, en un enfrentamiento con el paciente de uno contra uno y éste con intención de agredirnos, pero con tres o cuatro personas, se utiliza la fuerza, para inmovilizar y trasladar a la ambulancia, donde quedará debidamente sujeto con correas o cualquier otro dispositivo... en estos casos no se puede emplear la violencia ante una resistencia pasiva, se emplea la violencia cuando está en riesgo la integridad física del policía.

Muy interesante el artículo.

Un abrazo.

Mustelus - Livecop